Universidad Pedagógica Experimental Libertador
Instituto Pedagógico de Caracas
Subprograma de Especialización en Lectura y Escritura
Curso: Fundamentos Pedagógicos de la Lectura y la Escritura
Profesora: Angélica Silva
Autor: Profesor Reynaldo Cedeño
Cohorte III-09
Cohorte III-09
(Argumentación desarrollada)
Cada niño que llega a la escuela tiene una experiencia previa y con ella un conocimiento determinado por el contexto en el que ha crecido. En primer lugar, encontramos en el hogar a los adultos significativos, Dos Santos, (2005), seguido por la guardería y la educación inicial, en el caso de aquellos niños y niñas que reciben ese contacto con la escolaridad. Así mismo, los niños y las niñas que continúan estudios en los subsiguientes niveles del sistema educativo tienen conciencia de que existe “algo” en relación con otra lengua (la escrita) que los adultos plasman en papel, pantallas de computadoras y otros medios y se usa para comunicarse con los demás. Ningún espacio, persona o lugar se escapa de tener contacto con la lengua y la manifestación gráfica de ella (e.g., afiches, anuncios, envases de alimentos, entre otros). La lengua escrita está en todos lados. Y desde esa realidad, se desprende que el aprendizaje que implica leer y escribir debe ser funcional, debe servir para algo más que actividades escolares y ambos procesos, arbitrarios, tienen que desarrollarse de manera tal que sean productivos.
Por esta razón, aquel que intenta la enseñanza de la lectura y la escritura debe tener conocimiento de cómo lograr que el estudiante se apropie de ambos procesos. He allí el propósito de reflexión que ha originado esta argumentación. Con relación a ello, existen diversas teorías del aprendizaje que pueden explicar la adquisición y desarrollo de ambas habilidades. Corrientes psicológicas que dan luces acerca de cómo el niño adquiere, desde su realidad, el conocimiento de la lectura y la escritura. Entre los autores se destaca, Piaget, que planteó la teoría constructivista del aprendizaje, su investigación señaló que es él niño aprendiz quién desarrolla su propio conocimiento. Desde esta perspectiva leer y escribir permiten un conocimiento de mundo, desde las experiencias previas en la memoria, hasta la consolidación de nuevos esquemas. El aprendizaje tiene su fundamento en el contexto de cada individuo y en este punto coincide el conductismo, pues entre sus postulados se puede deducir que la conducta es el resultado de la realidad en la que el niño crece.
La decodificación de la lengua escrita depende de cómo es apropiada, desde qué realidad y cómo se maneje el código en ese contexto. En las escuelas públicas, una gran mayoría, de estudiantes se encuentra inmersa en ambientes muy desalentadores: falta de recursos, estructuras deterioradas, situaciones de riesgo, docentes sin ánimo de enseñar y carentes de información teórica, entre otras cosas. Por consiguiente, es urgente que la escuela, y sus actores, dejen de formar sólo para el desciframiento del código escrito. Es necesario que el docente se convenza de dar funcionalidad social a la lectura y a la escritura.
Los docentes son un punto de apoyo en ese difícil proceso de la enseñanza de la lectura y la escritura, pero no la solución total. Es largo el camino para llegar al uso medianamente adecuado de la lectura y la escritura. En otras palabras, muchos profesores conocen la falta de interés que demuestran los estudiantes para con la lectura. Por ello, la escuela al no cambiar de concepción didáctica en materia de iniciación de la lectura y la escritura está produciendo alumnos comunicacionalmente incompetentes, es decir, analfabetas funcionales. Claro está, no todos están llamados a ser letrados (Cassany, año 2009), pero sí: debemos perseguir la idea de la formación de usuarios competentes en el uso de la lengua y sus dos modos. Pero ¿desde y hasta dónde es posible la enseñanza de la lengua en sus dos formas oral y escrita?, ¿cómo debe la escuela asistir en la enseñanza de la lectura y la escritura? y ¿cuál debe ser el rol docente en la enseñanza de la lectura y la escritura?
¿Desde y hasta dónde es posible la enseñanza de la lengua en sus dos formas oral y escrita?
En lo que concierne al punto de partida de la enseñanza de la lengua debe considerarse, ante todo, el contexto o la realidad en que el aprendiz se encuentra. La enseñanza de la lectura y la escritura debe ser humana. De esa manera será significativa la aprehensión de estos procesos. Es decir, si el estudiante dice “haiga” no cuestionarlo, explicarle. Sin ánimos de ofenderle por su “error” debemos fortalecer su aprendizaje, porque hacer eso es enseñarle desde su conocimiento previo. Ahora bien y en relación con la escritura se deben crear oportunidades de acercamiento.
La lengua escrita depende en gran medida de la oralidad, debido a esto es que los estudiantes de la escuela aprenden a escribir por medio de los dictados, copias y caligrafías entre otras “estrategias”. No obstante, debe considerarse que la lengua española, en el caso venezolano, es una grafía casi ortográficamente transparente, sin embargo, está el uso de la “v, b, z, s, c” y buscando la comprensión de los alumnos algunos maestros han sentido la necesidad de usar la voz para la enseñanza “ficticia” de un valor sonoro que no tiene nuestra lengua, para advertirle al niño cuál grafía corresponde. La escritura no es un calco gráfico de la oralidad, hay que librarse de esa tradición escolar que confunde terriblemente a los alumnos. En esta línea encontramos a autores como Fraca de Barrera, (1997) cuyo trabajo señala, entre otras cosas, “la lengua escrita se concibe como un código alfabético de unidades grafématicas vinculado a la lengua oral, pero no equivalente a ella” (p. 74). Desde este planteamiento la educación formal, la escuela, debe empezar a impulsar y desarrollar desde adentro la diferencia entre lengua oral y escrita.
La enseñanza de la lectura y la escritura tiene un principio formal, que se sustenta en la realidad, en los conocimientos previos que permitirán al lector construir un significado nuevo al comprender un texto. Peña (2005) Y esta nueva información formará parte, a su vez, de sus conocimientos previos para utilizarlos cuando una nueva situación lo requiera. Es posible que el docente inicie en la escuela este proceso, y que durante todo el período de escolaridad se desarrolle y fortalezca. Por esa razón el docente está llamado a ser un mediador, un punto de apoyo para que el niño aprendiz, se aprehenda de herramientas que permitirán desarrollar instrumentos de valor para la formación integral del ser humano por eso niño y docente no están solos. Hay una institución, la escuela, en la que maestros y alumnos deben crear experiencias que no alejen a la lectura y escritura de su verdadera finalidad: ser prácticas sociales. Una vez abierta la puerta de inicio, el fin se aleja más.
¿Cómo debe la escuela asistir en la enseñanza de la lectura y la escritura?
La escuela debe tener presente que la lectura y la escritura son herramientas de gran valor para la formación integral del individuo y esa función debe ser el norte, pues si ambos procesos se enseñan con el único fin de adquirir conocimientos se desvirtúa su verdadero empleo. La lectura y la escritura no son en sí el fin, ellas son el medio cuyo valor dependerá del uso al que son sometidas. El uso de estas herramientas debería ser la transversalidad en la que se desarrollen las otras aéreas del conocimiento. Enseñar a leer y escribir es un asunto serio y hasta ético, por la implicación social que tienen.
Es por ello que desde la escuela debe enseñarse las formas de la lengua a partir de la perspectiva del contexto y la importante función social de los procesos de lectura y escritura. No desechar el conductismo, puede ser el principio renovador para el docente que cree que la moda o el boom de nuevas teorías lo libera de la tarea de pensar por qué asume una teoría para hacer práctica. El docente debe dedicarse más a la innovación de lo ya existente, sin caer en el hecho de creer que tiene toda la verdad en las aulas. Tener consciencia de que es complejo el proceso de su enseñanza y aprendizaje de la lectura y la escritura es entrar en la reflexión teórica que necesita la educación.
La institución, la escuela en su totalidad, se debe a su compromiso social y desde este principio debe ocuparse de la formación integral del ser humano. Es decir, desde su contexto está llamada a proporcionar a los estudiantes herramientas para el conocimiento y creación de su propia teoría de mundo. Así mismo tiene que ser mediadora entre sus integrantes y el hecho comunicativo, ya que éste no está desligado del hecho social y menos del educativo.
¿Cuál debe ser el rol docente en la enseñanza de la lectura y la escritura?
El docente tiene que ser mediador, orientador y, ante todo, un maestro que facilite de manera formal en la escuela, los procesos de aprendizaje, que muestre caminos, y desde este rol no puede olvidar que el objetivo fundamental de la lectura es la comprensión de lo leído, tomando en cuenta, según Sánchez (1972), que este hecho tiene implícito al menos cuatro momentos: (a) interpretación, (b) valoración, (c) ordenación, (d) memorización.
El maestro debe establecer un procedimiento y actitud frente al alumno que parta desde el niño, no fuera de él (Cossettini, 1961), para que no pierda de vista y reconozca que su proceso de aprendizaje lector y escritural es diferente. Acercarlo de manera afectiva, de enseñar que por medio de la lectura y la escritura existe un mundo posible, es otra de las tareas que el docente no puede perder de vista. En otras palabras, el docente corresponde manejar con normalidad el hecho de que unos alumnos adquirirán más rápido que otros su aprendizaje, sin improvisación, y con formación teórica.
La carrera docente conviene ser replanteada, desde sus principios de vocación y servicio, hasta las casas de estudios superiores donde se forman profesores. La escuela está fallando y la Universidad también tiene su cuota de responsabilidad. Los entes empleadores en el área de la educación deben incentivar a los profesores para que se profesionalicen, con el fin de crecer en vocación y conocimiento. Mantener contacto con los docentes en las aulas, supervisar y acompañar sus métodos. También que prevalecer ese deseo de ayudar a los estudiantes con la enseñanza de la lectura y la escritura, que sea su motivo. En la formación y actualización docente es el camino de la escuela nueva.
Finalmente, el individuo construye su conocimiento a lo largo de su vida desde el goce, basándose en experiencias previas. La adquisición de la lectura y la escritura debe ser desarrollada desde el placer, y para ello el maestro tiene que ser creativo e innovador. La enseñanza de la lengua en sus dos formas, oral y escrita, tiene que hacerse desde el contexto, adaptarse a la realidad de cada niño, de cada espacio en el que está inmersa la escuela. Desde esta concepción se debe planificar, adecuar, recrear e innovar las estrategias didácticas para la instrucción de un proceso que desde siempre ha sido visto como un esfuerzo o castigo. A todos en algún momento nos ha fastidiado la lectura y la escritura. Las diferentes teorías del aprendizaje, hacen referencia a diferentes formas en que se divide el desarrollo del conocimiento y los procesos de aprendizaje. Es por ello, entonces, que desde ese discernimiento se puede enseñar la utilidad de leer y escribir, no como una herramienta de uso escolar, al contrario, sino como el camino que permitirá el conocimiento de mundo. Partiendo desde las bases de las teorías del aprendizaje, el maestro tiene que fundamentar su praxis docente. La interacción lúdica hará que ambos procesos de la lengua, arbitrarios, se adquieran de manera pronta y sin riesgos de perderse en el camino del fastidio. El aprendizaje de las dos formas de la lengua son procesos de liberación, que trascienden valoran y revaloran todo lo que un individuo va viviendo. Sánchez, (1972). Los docentes tenemos que establecer nuevas estrategias, no importa el método que se use, lo que debe prevalecer es el deseo de que los alumnos descubran y vean que hay otros mundos posibles, otros caminos y para ello la lectura y la escritura son de gran utilidad. ¿Hasta dónde? No hay fin, sólo un principio.
Avilán Díaz, A. (2005). Comprensión de lectura. Brújula escolar. Año 1 No 21. Caracas.
Cassany, D. (2009). Para ser letrados. Voces y miradas sobre la escritura (comp). Barcelona: Paidós.
Cossettini, O. (1961). El lenguaje y la escritura en primer grado. Buenos Aires: EUDEBA.
Dos Santos, N. (2005). La lectura emocional. Brújula escolar. Año 1 No 21. Caracas.
Fraca de Barrera, L. (1998). De la naturaleza de la lengua escrita. Letras 54-55. Caracas: Instituto
Pedagógico de Caracas
Lerner, D. (1994). Capacitación en servicio y cambios en la propuesta didáctica vigente. Lectura y
Vida. Año 1. No 3. Buenos Aires.
Peña, J. (2005). Una experiencia de lectura y escritura en el aula. Brújula escolar. Año 1. No 20.
Caracas.
Sánchez, B. (1972). Lectura. Diagnostico enseñanza y recuperación. Buenos Aires: Kapelusz.
Por esta razón, aquel que intenta la enseñanza de la lectura y la escritura debe tener conocimiento de cómo lograr que el estudiante se apropie de ambos procesos. He allí el propósito de reflexión que ha originado esta argumentación. Con relación a ello, existen diversas teorías del aprendizaje que pueden explicar la adquisición y desarrollo de ambas habilidades. Corrientes psicológicas que dan luces acerca de cómo el niño adquiere, desde su realidad, el conocimiento de la lectura y la escritura. Entre los autores se destaca, Piaget, que planteó la teoría constructivista del aprendizaje, su investigación señaló que es él niño aprendiz quién desarrolla su propio conocimiento. Desde esta perspectiva leer y escribir permiten un conocimiento de mundo, desde las experiencias previas en la memoria, hasta la consolidación de nuevos esquemas. El aprendizaje tiene su fundamento en el contexto de cada individuo y en este punto coincide el conductismo, pues entre sus postulados se puede deducir que la conducta es el resultado de la realidad en la que el niño crece.
La decodificación de la lengua escrita depende de cómo es apropiada, desde qué realidad y cómo se maneje el código en ese contexto. En las escuelas públicas, una gran mayoría, de estudiantes se encuentra inmersa en ambientes muy desalentadores: falta de recursos, estructuras deterioradas, situaciones de riesgo, docentes sin ánimo de enseñar y carentes de información teórica, entre otras cosas. Por consiguiente, es urgente que la escuela, y sus actores, dejen de formar sólo para el desciframiento del código escrito. Es necesario que el docente se convenza de dar funcionalidad social a la lectura y a la escritura.
Los docentes son un punto de apoyo en ese difícil proceso de la enseñanza de la lectura y la escritura, pero no la solución total. Es largo el camino para llegar al uso medianamente adecuado de la lectura y la escritura. En otras palabras, muchos profesores conocen la falta de interés que demuestran los estudiantes para con la lectura. Por ello, la escuela al no cambiar de concepción didáctica en materia de iniciación de la lectura y la escritura está produciendo alumnos comunicacionalmente incompetentes, es decir, analfabetas funcionales. Claro está, no todos están llamados a ser letrados (Cassany, año 2009), pero sí: debemos perseguir la idea de la formación de usuarios competentes en el uso de la lengua y sus dos modos. Pero ¿desde y hasta dónde es posible la enseñanza de la lengua en sus dos formas oral y escrita?, ¿cómo debe la escuela asistir en la enseñanza de la lectura y la escritura? y ¿cuál debe ser el rol docente en la enseñanza de la lectura y la escritura?
¿Desde y hasta dónde es posible la enseñanza de la lengua en sus dos formas oral y escrita?
En lo que concierne al punto de partida de la enseñanza de la lengua debe considerarse, ante todo, el contexto o la realidad en que el aprendiz se encuentra. La enseñanza de la lectura y la escritura debe ser humana. De esa manera será significativa la aprehensión de estos procesos. Es decir, si el estudiante dice “haiga” no cuestionarlo, explicarle. Sin ánimos de ofenderle por su “error” debemos fortalecer su aprendizaje, porque hacer eso es enseñarle desde su conocimiento previo. Ahora bien y en relación con la escritura se deben crear oportunidades de acercamiento.
La lengua escrita depende en gran medida de la oralidad, debido a esto es que los estudiantes de la escuela aprenden a escribir por medio de los dictados, copias y caligrafías entre otras “estrategias”. No obstante, debe considerarse que la lengua española, en el caso venezolano, es una grafía casi ortográficamente transparente, sin embargo, está el uso de la “v, b, z, s, c” y buscando la comprensión de los alumnos algunos maestros han sentido la necesidad de usar la voz para la enseñanza “ficticia” de un valor sonoro que no tiene nuestra lengua, para advertirle al niño cuál grafía corresponde. La escritura no es un calco gráfico de la oralidad, hay que librarse de esa tradición escolar que confunde terriblemente a los alumnos. En esta línea encontramos a autores como Fraca de Barrera, (1997) cuyo trabajo señala, entre otras cosas, “la lengua escrita se concibe como un código alfabético de unidades grafématicas vinculado a la lengua oral, pero no equivalente a ella” (p. 74). Desde este planteamiento la educación formal, la escuela, debe empezar a impulsar y desarrollar desde adentro la diferencia entre lengua oral y escrita.
La enseñanza de la lectura y la escritura tiene un principio formal, que se sustenta en la realidad, en los conocimientos previos que permitirán al lector construir un significado nuevo al comprender un texto. Peña (2005) Y esta nueva información formará parte, a su vez, de sus conocimientos previos para utilizarlos cuando una nueva situación lo requiera. Es posible que el docente inicie en la escuela este proceso, y que durante todo el período de escolaridad se desarrolle y fortalezca. Por esa razón el docente está llamado a ser un mediador, un punto de apoyo para que el niño aprendiz, se aprehenda de herramientas que permitirán desarrollar instrumentos de valor para la formación integral del ser humano por eso niño y docente no están solos. Hay una institución, la escuela, en la que maestros y alumnos deben crear experiencias que no alejen a la lectura y escritura de su verdadera finalidad: ser prácticas sociales. Una vez abierta la puerta de inicio, el fin se aleja más.
¿Cómo debe la escuela asistir en la enseñanza de la lectura y la escritura?
La escuela debe tener presente que la lectura y la escritura son herramientas de gran valor para la formación integral del individuo y esa función debe ser el norte, pues si ambos procesos se enseñan con el único fin de adquirir conocimientos se desvirtúa su verdadero empleo. La lectura y la escritura no son en sí el fin, ellas son el medio cuyo valor dependerá del uso al que son sometidas. El uso de estas herramientas debería ser la transversalidad en la que se desarrollen las otras aéreas del conocimiento. Enseñar a leer y escribir es un asunto serio y hasta ético, por la implicación social que tienen.
Es por ello que desde la escuela debe enseñarse las formas de la lengua a partir de la perspectiva del contexto y la importante función social de los procesos de lectura y escritura. No desechar el conductismo, puede ser el principio renovador para el docente que cree que la moda o el boom de nuevas teorías lo libera de la tarea de pensar por qué asume una teoría para hacer práctica. El docente debe dedicarse más a la innovación de lo ya existente, sin caer en el hecho de creer que tiene toda la verdad en las aulas. Tener consciencia de que es complejo el proceso de su enseñanza y aprendizaje de la lectura y la escritura es entrar en la reflexión teórica que necesita la educación.
La institución, la escuela en su totalidad, se debe a su compromiso social y desde este principio debe ocuparse de la formación integral del ser humano. Es decir, desde su contexto está llamada a proporcionar a los estudiantes herramientas para el conocimiento y creación de su propia teoría de mundo. Así mismo tiene que ser mediadora entre sus integrantes y el hecho comunicativo, ya que éste no está desligado del hecho social y menos del educativo.
¿Cuál debe ser el rol docente en la enseñanza de la lectura y la escritura?
El docente tiene que ser mediador, orientador y, ante todo, un maestro que facilite de manera formal en la escuela, los procesos de aprendizaje, que muestre caminos, y desde este rol no puede olvidar que el objetivo fundamental de la lectura es la comprensión de lo leído, tomando en cuenta, según Sánchez (1972), que este hecho tiene implícito al menos cuatro momentos: (a) interpretación, (b) valoración, (c) ordenación, (d) memorización.
El maestro debe establecer un procedimiento y actitud frente al alumno que parta desde el niño, no fuera de él (Cossettini, 1961), para que no pierda de vista y reconozca que su proceso de aprendizaje lector y escritural es diferente. Acercarlo de manera afectiva, de enseñar que por medio de la lectura y la escritura existe un mundo posible, es otra de las tareas que el docente no puede perder de vista. En otras palabras, el docente corresponde manejar con normalidad el hecho de que unos alumnos adquirirán más rápido que otros su aprendizaje, sin improvisación, y con formación teórica.
La carrera docente conviene ser replanteada, desde sus principios de vocación y servicio, hasta las casas de estudios superiores donde se forman profesores. La escuela está fallando y la Universidad también tiene su cuota de responsabilidad. Los entes empleadores en el área de la educación deben incentivar a los profesores para que se profesionalicen, con el fin de crecer en vocación y conocimiento. Mantener contacto con los docentes en las aulas, supervisar y acompañar sus métodos. También que prevalecer ese deseo de ayudar a los estudiantes con la enseñanza de la lectura y la escritura, que sea su motivo. En la formación y actualización docente es el camino de la escuela nueva.
Finalmente, el individuo construye su conocimiento a lo largo de su vida desde el goce, basándose en experiencias previas. La adquisición de la lectura y la escritura debe ser desarrollada desde el placer, y para ello el maestro tiene que ser creativo e innovador. La enseñanza de la lengua en sus dos formas, oral y escrita, tiene que hacerse desde el contexto, adaptarse a la realidad de cada niño, de cada espacio en el que está inmersa la escuela. Desde esta concepción se debe planificar, adecuar, recrear e innovar las estrategias didácticas para la instrucción de un proceso que desde siempre ha sido visto como un esfuerzo o castigo. A todos en algún momento nos ha fastidiado la lectura y la escritura. Las diferentes teorías del aprendizaje, hacen referencia a diferentes formas en que se divide el desarrollo del conocimiento y los procesos de aprendizaje. Es por ello, entonces, que desde ese discernimiento se puede enseñar la utilidad de leer y escribir, no como una herramienta de uso escolar, al contrario, sino como el camino que permitirá el conocimiento de mundo. Partiendo desde las bases de las teorías del aprendizaje, el maestro tiene que fundamentar su praxis docente. La interacción lúdica hará que ambos procesos de la lengua, arbitrarios, se adquieran de manera pronta y sin riesgos de perderse en el camino del fastidio. El aprendizaje de las dos formas de la lengua son procesos de liberación, que trascienden valoran y revaloran todo lo que un individuo va viviendo. Sánchez, (1972). Los docentes tenemos que establecer nuevas estrategias, no importa el método que se use, lo que debe prevalecer es el deseo de que los alumnos descubran y vean que hay otros mundos posibles, otros caminos y para ello la lectura y la escritura son de gran utilidad. ¿Hasta dónde? No hay fin, sólo un principio.
Referencias
Avilán Díaz, A. (2005). Comprensión de lectura. Brújula escolar. Año 1 No 21. Caracas.
Cassany, D. (2009). Para ser letrados. Voces y miradas sobre la escritura (comp). Barcelona: Paidós.
Cossettini, O. (1961). El lenguaje y la escritura en primer grado. Buenos Aires: EUDEBA.
Dos Santos, N. (2005). La lectura emocional. Brújula escolar. Año 1 No 21. Caracas.
Fraca de Barrera, L. (1998). De la naturaleza de la lengua escrita. Letras 54-55. Caracas: Instituto
Pedagógico de Caracas
Lerner, D. (1994). Capacitación en servicio y cambios en la propuesta didáctica vigente. Lectura y
Vida. Año 1. No 3. Buenos Aires.
Peña, J. (2005). Una experiencia de lectura y escritura en el aula. Brújula escolar. Año 1. No 20.
Caracas.
Sánchez, B. (1972). Lectura. Diagnostico enseñanza y recuperación. Buenos Aires: Kapelusz.