viernes, 15 de junio de 2012

LA LECTURA Y LOS ADOLESCENTES



Empecemos por la experiencia; y aquí quiero hacer énfasis en mis amigos y colegas: los maestros.
Mi campo de acción académica hoy está bastante amplio, pero antes que todo soy un maestro más de este país que tiene nombre de mujer: Venezuela, por ello mis primeros empleos estuvieron inevitablemente ligados a la escuela primaria del sistema educativo venezolano.
En ese devenir de los tiempos he sido maestro de todos los grados, pero en el 1º y 2º grado de educación básica es donde realmente me he sentido pleno con la vocación que escogí.
Recuerdo mi experiencia más lejana y la comparto con ustedes; como todos aquí saben es en los primeros 3 grados del sistema educativo donde se “intenta enseñar” a leer y por eso al momento de tomar la lectura; mis alumnos no tenían ni la más mínima idea de que leer se podía hacer en otros materiales impresos y ante la misma expresión: ese no es mi libro, repetida hasta el cansancio, mi yo maestro entró en crisis. No, no era esto para lo que estaba preparado, la universidad no me enseñó cómo enfrentar casos como estos, pero sí me dio herramientas y sin duda algo tenía qué hacer.
Nada, en primera instancia mandé al exilio de mi aula de clases los libros de lectura tradicional usados en nuestra escuela; me busqué los mejores libros de literatura infantil que conocía y decidí ponerlos en una mesa alcance de los pequeños; ante sus ojos curiosos la tentación no sería fácil de sortear.
Y así fue.
Al principio los alumnos se dejaron cautivar por las maravillosas ilustraciones, los formatos de los libros. El arcoíris había bajado y se posó en una mesa; en el primer momento no hubo prescripción, si alguno quería leer debía ser porque le provocará, no porque la autoridad docente así lo exigía.
En una mañana los alumnos más aventajados se leyeron mis 35 libros. Entre, una vez más en crisis, el afán por controlar la disciplina me dominaba, olvidaba que los niños serian quienes guiarían la rutina.
Fueron esos alumnos, los que devoraron los libros, quienes me ayudaron a controlar aquellos que no se habían dejado seducir por la lectura. Ellos les hablaron de las maravillas de “La merienda del Señor verde”, también de “El Expreso Polar”, así lo hicieron con “Nana Vieja” y como en todo encuentro con los cuentos “Una Caperucita Roja” entró en escena… más libros fueron parte de ese día lleno de historias; pero no estamos aquí para hacer apología a la industria editorial; sino para demostrar que con pocas cosas y muchas ganas es mucho lo que se puede hacer.
Esta experiencia me lleva al deseo.
He tenido la suerte de tener a mi alcance muchos libros, de todo tipo y genero; comics, infantil, juvenil, narrativa, prensa, revistas, Internet, cuentos y hasta el Kama Sutra. Los libros han sido en mi vivir una presencia muy fuerte, sin embargo, como dije antes, no siempre fue así; la lectura se convirtió en mi escape cuando la adolescencia y su crisis, de manera inevitable, llegó. Para no perderme en anécdotas resumiré: mi deseo es que cada uno de los adolescentes que están hoy pasando por la misma situación en la que yo estuve hace 20 años puedan tener acceso a esos bienes culturales y maravillosos que son los libros; en mi experiencia docente me he acercado a uno que otro joven y al verlos leer he descubierto aquel que una vez fui.
Mención aparte merecen las jóvenes, cuando Crepúsculo se volvió un éxito en ventas, nunca me imaginé que una lectura de vampiros pudiera despertar en las lectoras una pasión tan inusitada, no entendí. Decidí entonces que debía conocer esos personajes que traían a las chicas de cabeza. Entonces leí, y en consecuencia entendí.
Los personajes escaparon de las páginas, el bien y el mal entraron en escena. Un Romeo inmortal y una Julieta mortal, la ecuación perfecta: un amor absurdo y no hay nada que atraiga más a la juventud que una meta imposible y esa fue la apuesta de la autora, escribir desde la reminiscencia de la adolescente que una vez fue.
Después de leer la historia de Bella y Edward, cerré por el momento mi adolescencia.
Pero había más…
La obligación de hacer un postgrado me llevó a estudiar lectura y escritura; el mundo se abrió ante mis ojos, un abismo de tamaño descomunal se desplegó y entonces descubrí que mi vocación sería llevar al mundo las buenas nuevas de la lectura por placer, del gusto que da dedicar unos minutos de silencio a la soledad compartida con un libro.
Mediante los estudios de postgrado entendí que debía ponerme del lado de los lectores, pues la educación formal esta encasillada en la norma y en el deber sin considerar el individuo; entonces la escuela es suficiente, no hace falta otro maestro que se dedique a realizar una función que una institución ejerce de manera tan contante y con tanta gallardía.
Sí, en definitiva son los lectores, y también las lectoras, quienes me interesan. Los gustos e intereses lectores son un mundo fascinante, me voy a permitir citarle algunas entrevistas de las que he realizado:

Isabel, tiene 15 años, de mediana estatura, cabello castaño, ojos pardos. Estudiante de 5º año. Aspirante a ser comunicadora social: “Leo desde que me acuerdo de la vida, mi mamá lee mucho. Es como dicen una lectora voraz. Entre los libros que más he disfrutado están: Flores en el Ático, Harry Potter y Crepúsculo.”
Yo pregunté: Qué me dices de 100 años de soledad.
“No me gustó, además de que en la evaluación salí muy mal. La profesora no aceptaba otro punto de vista, todo era tal como ella lo decía.”

Juan, tiene 15 años, deportista, hijo de árabes, ojos pardos. Estudiante de 5º año. Aspirante a ser médico: “La lectura en mi casa es una obligación, mis hermanos y yo nos hemos acostumbrado tanto a leer libros, que no hacemos más nada para entretenernos, mi hermano menor es el único que no se acerca a los libros, tiene un DS 3D y con eso es feliz. Fíjate profe, ni mis hermanos, ni yo tenemos facebook, si usamos e-mail, pero no tenemos conexión con ningún tipo de red social.”

Háblame de tus lecturas.
“He leído Harry Potter, Don Quijote, La casa de los espíritus, El Corán, la Biblia.”

Son lecturas profundas.
“Sí, soy poco lector de libros juveniles, aparte de Potter, leí Narnia y el Señor de los Anillos.”

Ya fuera de la entrevista, pude conocer más a este par de lectores y en honor a la verdad hay que reconocer que son chicos geniales, con una capacidad de ver el mundo que pocos a esa edad tienen, una riqueza léxica que más de uno quisiera tener. Sí, también hubo jóvenes que no gustan de la lectura para nada, no hallan en ese acto de intimidad un disfrute, y lo más triste es que son los profesores quienes han marcado, negativamente, su postura frente a los libros, en vez de ser educadores, fueron educastradores.

Mejor, dejamos de lado lo negativo. Maestros, profesores, directores, bibliotecarios… es necesario devolverle a la lectura la dignidad, sensibilizar a los potenciales lectores para que vuelvan su mirada a ella; es una habilidad mal tratada, mal usada, es castigo, es evaluación, es tedio… es… tantas cosas, menos habilidad para el comportamiento social, y camino real a mejores experiencias de vida. Sin querer, algunos maestros olvidan que leer también puede ser soñar, vivir, sonreír y llorar. La educación se empeña en tratar a la lectura, y a la escritura, como una cenicienta, quien nunca ha conocido el príncipe. Es necesario nuevos enfoques, nuevas estrategias: nuevos sueños en una educación posible. Basta que ganar un lector y lo demás será añadidura.

Reynaldo Cedeño.
Gracias por su lectura.