Empecemos por la
experiencia; y aquí quiero hacer énfasis en mis amigos y colegas: los maestros.
Mi campo de
acción académica hoy está bastante amplio, pero antes que todo soy un maestro
más de este país que tiene nombre de mujer: Venezuela, por ello mis primeros empleos
estuvieron inevitablemente ligados a la escuela primaria del sistema educativo
venezolano.
En ese devenir
de los tiempos he sido maestro de todos los grados, pero en el 1º y 2º grado de
educación básica es donde realmente me he sentido pleno con la vocación que
escogí.
Recuerdo mi
experiencia más lejana y la comparto con ustedes; como todos aquí saben es en los
primeros 3 grados del sistema educativo donde se “intenta enseñar” a leer y por
eso al momento de tomar la lectura; mis alumnos no tenían ni la más mínima idea
de que leer se podía hacer en otros materiales impresos y ante la misma
expresión: ese no es mi libro, repetida hasta el cansancio, mi yo maestro entró
en crisis. No, no era esto para lo que estaba preparado, la universidad no me
enseñó cómo enfrentar casos como estos, pero sí me dio herramientas y sin duda
algo tenía qué hacer.
Nada, en primera
instancia mandé al exilio de mi aula de clases los libros de lectura
tradicional usados en nuestra escuela; me busqué los mejores libros de
literatura infantil que conocía y decidí ponerlos en una mesa alcance de los
pequeños; ante sus ojos curiosos la tentación no sería fácil de sortear.
Y así fue.
Al principio los
alumnos se dejaron cautivar por las maravillosas ilustraciones, los formatos de
los libros. El arcoíris había bajado y se posó en una mesa; en el primer
momento no hubo prescripción, si alguno quería leer debía ser porque le
provocará, no porque la autoridad docente así lo exigía.
En una mañana
los alumnos más aventajados se leyeron mis 35 libros. Entre, una vez más en
crisis, el afán por controlar la disciplina me dominaba, olvidaba que los niños
serian quienes guiarían la rutina.
Fueron esos
alumnos, los que devoraron los libros, quienes me ayudaron a controlar aquellos
que no se habían dejado seducir por la lectura. Ellos les hablaron de las
maravillas de “La merienda del Señor verde”, también de “El Expreso Polar”, así
lo hicieron con “Nana Vieja” y como en todo encuentro con los cuentos “Una
Caperucita Roja” entró en escena… más libros fueron parte de ese día lleno de
historias; pero no estamos aquí para hacer apología a la industria editorial;
sino para demostrar que con pocas cosas y muchas ganas es mucho lo que se puede
hacer.
Esta experiencia
me lleva al deseo.
He tenido la
suerte de tener a mi alcance muchos libros, de todo tipo y genero; comics,
infantil, juvenil, narrativa, prensa, revistas, Internet, cuentos y hasta el
Kama Sutra. Los libros han sido en mi vivir una presencia muy fuerte, sin
embargo, como dije antes, no siempre fue así; la lectura se convirtió en mi
escape cuando la adolescencia y su crisis, de manera inevitable, llegó. Para no
perderme en anécdotas resumiré: mi deseo es que cada uno de los adolescentes
que están hoy pasando por la misma situación en la que yo estuve hace 20 años
puedan tener acceso a esos bienes culturales y maravillosos que son los libros;
en mi experiencia docente me he acercado a uno que otro joven y al verlos leer
he descubierto aquel que una vez fui.
Mención aparte
merecen las jóvenes, cuando Crepúsculo
se volvió un éxito en ventas, nunca me imaginé que una lectura de vampiros
pudiera despertar en las lectoras una pasión tan inusitada, no entendí. Decidí
entonces que debía conocer esos personajes que traían a las chicas de cabeza.
Entonces leí, y en consecuencia entendí.
Los personajes
escaparon de las páginas, el bien y el mal entraron en escena. Un Romeo
inmortal y una Julieta mortal, la ecuación perfecta: un amor absurdo y no hay
nada que atraiga más a la juventud que una meta imposible y esa fue la apuesta
de la autora, escribir desde la reminiscencia de la adolescente que una vez
fue.
Después de leer
la historia de Bella y Edward, cerré por el momento mi adolescencia.
Pero había más…
La obligación de
hacer un postgrado me llevó a estudiar lectura y escritura; el mundo se abrió
ante mis ojos, un abismo de tamaño descomunal se desplegó y entonces descubrí
que mi vocación sería llevar al mundo las buenas nuevas de la lectura por
placer, del gusto que da dedicar unos minutos de silencio a la soledad
compartida con un libro.
Mediante los
estudios de postgrado entendí que debía ponerme del lado de los lectores, pues
la educación formal esta encasillada en la norma y en el deber sin considerar
el individuo; entonces la escuela es suficiente, no hace falta otro maestro que
se dedique a realizar una función que una institución ejerce de manera tan contante
y con tanta gallardía.
Sí, en definitiva
son los lectores, y también las lectoras, quienes me interesan. Los gustos e
intereses lectores son un mundo fascinante, me voy a permitir citarle algunas
entrevistas de las que he realizado:
Isabel, tiene 15
años, de mediana estatura, cabello castaño, ojos pardos. Estudiante de 5º año.
Aspirante a ser comunicadora social: “Leo desde que me acuerdo de la vida, mi
mamá lee mucho. Es como dicen una lectora voraz. Entre los libros que más he
disfrutado están: Flores en el Ático, Harry Potter y Crepúsculo.”
Yo pregunté: Qué
me dices de 100 años de soledad.
“No me gustó,
además de que en la evaluación salí muy mal. La profesora no aceptaba otro
punto de vista, todo era tal como ella lo decía.”
Juan, tiene 15
años, deportista, hijo de árabes, ojos pardos. Estudiante de 5º año. Aspirante
a ser médico: “La lectura en mi casa es una obligación, mis hermanos y yo nos
hemos acostumbrado tanto a leer libros, que no hacemos más nada para
entretenernos, mi hermano menor es el único que no se acerca a los libros,
tiene un DS 3D y con eso es feliz. Fíjate profe, ni mis hermanos, ni yo tenemos
facebook, si usamos e-mail, pero no tenemos conexión con ningún tipo de red
social.”
Háblame de tus
lecturas.
“He leído Harry
Potter, Don Quijote, La casa de los espíritus, El Corán, la Biblia.”
Son lecturas profundas.
“Sí, soy poco
lector de libros juveniles, aparte de Potter, leí Narnia y el Señor de los
Anillos.”
Ya fuera de la
entrevista, pude conocer más a este par de lectores y en honor a la verdad hay
que reconocer que son chicos geniales, con una capacidad de ver el mundo que
pocos a esa edad tienen, una riqueza léxica que más de uno quisiera tener. Sí,
también hubo jóvenes que no gustan de la lectura para nada, no hallan en ese
acto de intimidad un disfrute, y lo más triste es que son los profesores
quienes han marcado, negativamente, su postura frente a los libros, en vez de ser
educadores, fueron educastradores.
Mejor, dejamos
de lado lo negativo. Maestros, profesores, directores, bibliotecarios… es
necesario devolverle a la lectura la dignidad, sensibilizar a los potenciales
lectores para que vuelvan su mirada a ella; es una habilidad mal tratada, mal
usada, es castigo, es evaluación, es tedio… es… tantas cosas, menos habilidad
para el comportamiento social, y camino real a mejores experiencias de vida.
Sin querer, algunos maestros olvidan que leer también puede ser soñar, vivir,
sonreír y llorar. La educación se empeña en tratar a la lectura, y a la escritura,
como una cenicienta, quien nunca ha conocido el príncipe. Es necesario nuevos enfoques,
nuevas estrategias: nuevos sueños en una educación posible. Basta que ganar un
lector y lo demás será añadidura.
Reynaldo Cedeño.
Gracias por su lectura.
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